Don Abelardo es propietario de una maestranza que heredó de su padre.
En sus inicios, fabricaban pernos y tuercas de diferentes medidas, que distribuían a ferreterías en todo el país.
Llegó a tener 20 empleados, todos técnicos mecánicos, que en esta pequeña fábrica usaban los tornos, fresas, guillotinas para acero, y otras máquinas que ellos mismos habían creado.
Con la apertura para las importaciones y tratados de libre comercio, hace más de 30 años, el mercado nacional se inundó de productos provenientes de Asia y que se comercializan en grandes plataformas del retail, por lo que no tenía forma de competir, ya que no tenía ni el volumen ni los costos para producir.
Cerró la fábrica y despidió a todos los empleados. Quebró.
Lo único que tenía eran algunas máquinas y un pequeño taller, más sus conocimientos en tornería en fierro.
Se dedicó a fabricar piezas a medida para las máquinas que sus clientes no tenían repuestos, ya que eran muy antiguas y discontinuadas en su fabricación.
Al principio recibía dos a tres pedidos al mes para fabricar piezas a medida. No sabía cuánto cobrar ya que los clientes eran personas conocidas del barrio. Se corrió la voz de su excelente servicio y comenzó a tener más pedidos, debió contratar a dos ayudantes.
El negocio siguió creciendo, hasta llegar a ser un proveedor de piezas a la medida reconocido, para diferentes industrias y fábricas, que veían en don Abelardo una solución para la continuidad de su operación, ya que lograba resucitar máquinas que antes estaban paradas por alguna pieza faltante o en mal estado.
Don Abelardo era un verdadero artista de los fierros y todas las piezas que se fabricaban pasaban por su atención. Todo pasaba por sus manos.
A veces, estaba hasta altas horas de la noche hasta encontrar el detalle preciso que lo dejara tranquilo, para fabricar alguna pieza como a él le gustaba. Que quedara linda y precisa.
Ya estaba bastante cansado y necesitaba cambiar su modelo de operación. No podía estar en todas. Seguía trabajando en su pequeño taller, pero ahora ya tenía cinco ayudantes mecánicos y un asistente administrativo, que lo ayudaba con la facturación, cobranza y pagos de impuestos.
Se preguntaba si podría pasar a un modelo de procesos tan dependiente de él a algo que pudiera ser un poco más estructurado, para poder descansar algo.
Ya estaba en un punto que no podía recibir más pedidos porque no le alcanzaba el tiempo y no quería bajar la calidad de sus piezas a medida.
¿Qué le aconsejarías a Don Abelardo? ¿Será posible hacer piezas a medida sin que tengan que pasar por las manos de él?
Envíanos tus consejos para este caso de negocios, en los comentarios.