Pedro fue durante 25 años el gerente de ventas de una multinacional, responsable de las ventas en cinco países y a sus 59 años fue despedido, en el inicio de la pandemia, ya que la empresa quebró.
No recibió indemnización y debió conformarse con dos meses de la excelente renta que ganaba hasta antes de su despido, que le permitió pagar en parte sus deudas de la hipoteca, por la segunda casa que tenía a las afueras de la ciudad.
Vivía sólo con su esposa y una vez al mes disfrutaba de visitas a su segunda vivienda, por el fin de semana, donde se entretenía en labores de jardinería y alguna lectura.
Encontró un nuevo trabajo rápidamente, como vendedor de una pyme, que se dedicaba a lo mismo que su anterior empresa pero en un volumen mucho menor y para el mercado local.
Su sueldo también era mucho menor que en su anterior empleo, pero le alcanzaba para vivir cómodamente, ya que a estas alturas de la vida tenía menos gastos y ya no tenía deudas.
Por el temor a que le dijeran que no, cuando negoció con uno de los socios de la pyme, aceptó las condiciones que le ofrecieron sin negociar.
Una remuneración fija aceptable y 14 rentas al año, que representan anualmente un 40% de lo que ganaba antes. No tiene comisiones por ventas.
En su nuevo empleo debía desarrollar el nuevo negocio para la empresa, que importaba y comercializaba productos similares, pero no exactamente la línea de negocios para la que fue contratado Pedro, que con toda su experiencia le resultaba muy fácil, ya que conocía el producto a la perfección y a los proveedores.
Rápidamente logró vender un volumen suficiente y los socios de la pyme estaban satisfechos con su gestión.
Pedro no estaba conforme con la remuneración que recibía. Quería ganar más, no porque lo necesitara, sino porque sentía que estaba haciendo un buen aporte a sus empleadores.
Tampoco quería asumir el rol de jefatura y tener vendedores a su cargo. Quería una vida un poco más tranquila y sin tantas responsabilidades.
Quizás algún asistente sería suficiente, pero temía que al traspasar su experiencia, metodología y su “sistema de ventas” logrado en tantos años de circo, perdería su valor para los socios de la pyme y podría ser reemplazado o despedido con mayor facilidad.
Aprendió que en una pyme donde tiene acceso directo a la primera línea, las decisiones se toman pensando con el bolsillo de los dueños y no como en la multinacional, donde podía pedir más recursos y esas decisiones se tomaban profesionalmente, midiendo el impacto del aporte en el margen del negocio.
Estaba poco motivado con su trabajo actual, pero tampoco quería dejarlo ni cambiarse.
Quería más dinero, pero también sabe que esto no sería suficiente para estar más motivado en el mediano plazo, tiempo en el que debe asegurar su empleo por los siguientes 5 años que espera estar activo laboralmente, para luego retirarse y dedicarle más tiempo a sus cosas personales, la jardinería, su casa de veraneo, la lectura y a su familia.
¿Cómo podría encontrar más motivación en su actual empleo?
¿Debería resignarse o a arriesgarse de hablar con sus jefes y plantearles un nuevo esquema de remuneración que lo haga sentirse más motivado?
¿Le faltará mirar más el vaso medio lleno y dejar de quejarse por lo que le falta, en lugar de valorar lo que tiene?