Cuando se enteró que todos en su trabajo le decían Diógenes a sus espaldas, le causó una gran molestia, porque no se había dado cuenta de que eso era lo que proyectaba.
El mal de Diógenes es una enfermedad, que se confunde con el síndrome de acumulación, habitualmente de objetos inservibles y que los guardan por si acaso los llegaran a necesitar más adelante.
Este descubrimiento de su apodo lo hizo hace unos cuatro años y comprobó que efectivamente acumulaba, archivos, correos, fotocopias, papeles, planillas Excel, presentaciones en power point impresas y digitales, desde hace muchos años.
Tuvo que pagar una tarifa adicional para que le ampliaran su capacidad de memoria, debió adquirir discos duros físicos y en la nube, para guardar toda esa “valiosa información” de la que disponía.
Algún día me servirá se repetía.
Cuando hicieron un cambio de oficina, en lugar de deshacerse de esos archivos y carpetas físicas, donde acumulaba toda la correspondencia recibida en su área, pidió un mueble adicional, para mantener esos archivos físicos a su alcance, por si acaso…
Recuerda que una vez hizo limpieza y destruyó unos archivos que no veía hace más de 10 años y se trataba de unas copias de poderes de sus jefes para el banco y que al poco tiempo, se los pidieron para un peritaje por un juicio de cuentas que se estaba desarrollando. Nunca se perdonó el haber botado esos papeles.
Desde ese episodio en adelante, mantiene un archivo físico y otro digital en PDF, de toda la información que pasa por sus manos y de la cual se siente responsable.
Ahora recibía el apodo de Diógenes con cierto orgullo y cuando algún jefe le pedía cierta información antigua, se lucía buscándola y entregándola cuando lograba encontrarla entre sus múltiples archivadores físicos y digitales.
Diógenes era conocido en toda la empresa por su obsesión por guardar todo tipo de documentos, que la mayoría de las veces nunca le serían requeridos por nadie, pero tenía la tranquilidad que los tenía, por si acaso…
Además de Diógenes, cada uno de los otros empleados mantenía sus propios archivos, de entrada y salida de documentos, aunque cada cierto tiempo hacían limpieza, en conocimiento que eventualmente Diógenes tendría alguna copia, por si llegaran alguna vez a necesitarla.
Era imprescindible.
Todo iba bien, hasta que un día su Jefe lo citó a su oficina y le planteó que iban a digitalizar todos los documentos en la empresa, especialmente aquellos que tienen una validez legal o de impuestos, que limitarían las fotocopias a lo estrictamente necesario, que prácticamente eliminarían los papeles y que ya no quería ver archivadores físicos sobre los escritorios, todo digital, sólo computadores.
Pasaremos de ser una empresa analógica y anticuada, a una digital y moderna.
Esa comunicación la estaban haciendo a toda la empresa, pero su jefe le estaba dando a Diógenes un trato especial porque sabía de su afición u obsesión por acumular papeles y archivos.
No le quedó más alternativa que seguir las instrucciones, pero igual guardó copia física y digital de todos sus documentos y se los llevó a su casa.
Pensó que alguna vez los necesitaría ya que seguramente este cambio de cultura, de desempapelarse, que querían imponer en la empresa, no resultaría.
Y volvería a ser imprescindible.
¿Qué te parece este cambio cultural en la empresa?
¿Sería capaz Diógenes de adaptarse al cambio?